Lo simple de un relato

Por Manuel Francisco Viveros

Es sabido que la tecnología ha sido una herramienta trascendental para el desarrollo de la humanidad. Es imposible hablar del mejoramiento de la calidad de vida a lo largo de la historia sin aceptar que el uso de las tecnologías, de acuerdo a cada tiempo, han sido relevante para la optimización de recursos y tiempo.

Para citar algunos ejemplos, la radio hizo posible la comunicación a distancia, primero en clave morse y después ha ido evolucionando hasta llegar a estándares de calidad en sonido como la conocemos ahora. Gracias a este invento, muchas personas en mi país lograron finalizar sus estudios de secundaria, siguiendo las instrucciones que desde la sede de la Radiodifusora Nacional de Colombia se impartían. En otro ejemplo, la televisión nos hizo testigos casi en vivo de la llegada del hombre a la Luna, la caída del muro de Berlín y el lamentable ataque a las torres gemelas. En este y otros aspectos, la tecnología ha resultado una ayuda en la solución de inconvenientes o en alternativas que aportan al conocimiento, al acceso a la información o a la conectividad.

Hablando de artes, el uso de la tecnología en teatro supuso en principio la solución a varios de los problemas de la representación por fuera de espacios destinados a ello como palacios y salones. La tecnología según el periodo teatral ayudó a hacer más sobrecogedor el ascenso y descenso de Dioses, la aparición de personajes, la transformación del espacio escénico, la construcción de metáforas o simplemente la elaboración de finales apoteósicos. Todo esto con el fin de hacer más intensa la experiencia del espectador. El uso de tecnologías recientes como luces LED, proyecciones en pantallas y utilería automatizada sigue siendo un reto que dispara la creatividad en el teatro contemporáneo.

Sin embargo, siempre me pregunto, ¿A qué va la gente a teatro?. La respuesta es bastante difícil, entendiendo la pluralidad de intereses en nuestros espectadores. Yo podría mencionar a quienes he conocido que van a encontrarse, a olvidar, a perderse, a buscar respuestas o a ser cuestionados, a confirmar sus sospechas o a sentirse aludidos. Siempre la gente va a sorprenderse de alguna manera. Daniel Gerould hace mención de el concepto de la teoría del drama de Ludovico Castelvetro según la cual este se basaba completamente en la suposición de la representación en el escenario (Gerould, 108). Quizá últimamente como artistas nos interesamos únicamente en ello. Hemos confundido los verbos y creemos que sorprender es conmover, y he sido testigo de casos donde se ha abusado de la tecnología para sorprender. La era digital ha incrementado la conectividad pero ha fragmentado las relaciones. Tengo la impresión que en el arte, el exceso en el uso de las tecnologías han aportado al espectáculo pero han restado al relato.

Artísticamente al enfrentarme a un texto procuro establecer relación en varios niveles. Como actor me pregunto ¿qué puedo hacer? ¿cómo puedo expresar con mis propios recursos ésto que se revela en la obra de arte?. Como director, me pregunto ¿dónde está lo trascendentalmente humano de la pieza? ¿qué relaciones están en juego o si está siendo amenazado algún sistema de valores?. Incluso me imagino como si fuera espectador, preguntándome qué relato quiero ver y lo imagino interpretado por otros. En mi caso siempre se hace valioso el relato por encima de todo. En la historia del teatro, considero que lo que permanece a lo largo del tiempo no han sido ni los actores, ni las compañías, ni los autores; son los relatos. Por lo tanto, todo debe estar al servicio del relato, hasta la tecnología.

No estoy en contra del uso de tecnologías en las artes. Muchas expresiones recientes que se consideran arte, son producto de la creatividad e imaginación de artistas. Otros genios han sabido aprovechar desde su saber las tecnologías como catalizador de sus ideas, recuerdo por ejemplo la versión de Sueño de una Noche de Verano realizada por Julie Taymor. Sin embargo, soy de los artistas que prefiere conectarse desde lo simple. Me gusta pensar que la sorpresa es un asunto pasajero, por el contrario considero que conmover es un acto que transforma a largo plazo.

En Buenaventura, la ciudad donde trabajé por largo tiempo, la gente ha aprendido a identificar un buen actor y un buen relato con un solo reflector, o a veces con ninguno.

Manuel Viveros was born in Cali, Colombia. His single mother worked as a teacher in a rural school for over 25 years. His family was part of the Afro-Colombian migration to the cities in search of better living conditions. He grew up dreaming of being a professional soccer player, but theater was the space where he found himself. He studied theater at the Universidad Del Valle, where he was the first Afro-Colombian to star at the Teatro Colón de Bogotá, Colombia’s National Theater. Within seven years, he oversaw the program ​Jóvenes Creadores del Litoral​, through which he opened the first university theater program at the Universidad Del Valle in Buenaventura. He later became the director of that theater program where he promoted the arts in the community and helped young people out of violent communities. He served as the Artistic Director of Corporacion Telon de Chonta in Buenaventura, a space for community leaders to transform the reality of the Afro-Colombian community. He has a Master’s degree in Government from ICESI University, and a specialization in Arts Education (Culture and Citizenship) from the Organization of Ibero-American States.

Works Cited

Gerould, Daniel. Theatre, Theory, Theatre. Applause, 2003.

Ver trailer en https://youtu.be/Q4DP02yNPSE

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